image image

¿Eres mayor de edad?

Está a punto de entrar a un sitio web titularidad de Mahou San Miguel cuyo contenido se dirige únicamente a mayores de edad. Para asegurarnos de que sólo es visible para estos usuarios hemos incorporado el filtro de edad, que usted debe responder verazmente. Su funcionamiento es posible gracias a la utilización de cookies técnicas que resultan estrictamente necesarias y que serán eliminadas cuando salga de esta web.

Selecciona un país

clear
Descubriendo a Reid Miles, el diseñador de las 500 portadas Descubriendo a Reid Miles, el diseñador de las 500 portadas

Es Tendencia

Descubriendo a Reid Miles, el diseñador de las 500 portadas

arrow_back Blog

Es muy probable que el nombre de Reid Miles te resulte desconocido, pero es casi seguro que conozcas alguna de sus obras. Hablamos del hombre que vistió de cool la historia visual del jazz a pesar de que no le gustaba el género.

Por Cervezas Alhambra

Hablamos del arquitecto gráfico del sello Blue Note Records y, por ende, de toda una era musical. Con más de 500 portadas en su haber, este diseñador gráfico de Chicago que prefería a Beethoven o a Bach antes que a Coltrane, no solo creó carátulas de discos: cinceló la identidad visual de la modernidad. Su historia es la de un genio a sueldo, un revolucionario a 50 dólares la pieza que, con tipografías audaces y fotografías mutiladas, mostró al mundo cómo suena el jazz... Con solo una mirada.

Imaginen la escena: Nueva York, mediados de los años 50. En las oficinas de un modesto pero influyente sello de jazz llamado Blue Note Records, un joven diseñador recibe un encargo. Alfred Lion, uno de los fundadores de la discográfica, le describe con pasión la música que contiene el máster que descansa sobre la mesa. El diseñador, un tipo con bigote, pinta de actor de cine negro y un carácter más bien adusto, escucha con atención, asiente y se marcha con las fotografías de la sesión de grabación bajo el brazo. Días después, entrega una portada que es puro ritmo y modernidad. El músico parece saltar del cartón, las letras bailan con una energía endiablada y el conjunto grita "¡cómprame!". Lo irónico del asunto es que aquel diseñador, llamado Reid Miles, probablemente nunca llegó a escuchar el disco. De hecho, el jazz le importaba más bien poco.

Reid Miles compuso, sin ser músico, algunas de las páginas más brillantes de la historia del jazz. Durante algo más de una década, entre 1955 y 1967, fue el director de arte de Blue Note Records y su trabajo definió no solo la imagen del sello, sino la estética de toda una generación. Sus diseños eran tan innovadores y potentes como la música que envolvían: discos apasionantes firmados por John Coltrane, Herbie Hancock o Dexter Gordon.

Cuarteto de jazz en acción.

Nacido en Chicago en plena era del jazz, el destino de Reid Miles pareció querer jugar al despiste con él. Tras el crack del 29 y el divorcio de sus padres, se mudó a California. Después del instituto, se alistó en la Marina y, a su regreso, financió sus estudios de arte en el Chouinard Art Institute de Los Ángeles gracias a la G.I. Bill, una ley que ayudaba a los veteranos de guerra. Su motivación para estudiar arte, según confesaría años más tarde, no fue una vocación irrefrenable, sino impresionar a una chica con la que quedaba por aquella época.

Con su portafolio bajo el brazo, se plantó en Nueva York a principios de los 50. Su lema era: "Si el portafolio no cabe en la mesa, no estoy hablando con la persona adecuada". Tras pasar por varios trabajos y por algún que otro debido a su "sombría personalidad", fue contratado por Blue Note Records. El sello estaba a punto de dar el salto al formato de 12 pulgadas y necesitaba una imagen potente y coherente. La encontraron en Miles.

Alfred Lion y Francis Wolff, los fundadores de Blue Note Records, le ofrecieron a Miles dos cosas: libertad creativa y un presupuesto ajustado. La leyenda, confirmada por el propio Miles, dice que cobraba 50 dólares por portada, el equivalente actual a unos 500 dólares. Con esa tarifa, tenía que hacer malabares. Y los hizo.

Local con actuaciones de jazz en vivo.

El primer punto fuerte de la fórmula de Reid Miles era emplear la tipografía como instrumento solista. Liberó a las letras de su función meramente informativa. Las convertía en protagonistas, jugando con sus tamaños, pesos y colores. Usaba fuentes como la Sans Serif o la Trade Gothic, contundentes y modernas, y no tenía miedo de mezclarlas, recortarlas o ponerlas a bailar por la portada. En la carátula de ‘It's Time!’ de Jackie McLean ¡¡llegó a usar 244 signos de exclamación!!

La segunda clave estaba en crear fotografías con ritmo propio. Tuvo la inmensa suerte de contar con el trabajo de Francis Wolff, cofundador del sello y un fotógrafo excepcional que se colaba en todas las sesiones de grabación. Wolff capturaba la esencia de los músicos, su concentración, su sudor, la intimidad del proceso creativo. Miles tomaba esas fotos y las personalizaba. Las recortaba sin piedad, a menudo dejando solo un fragmento del rostro o de las manos del artista, las teñía de azul, verde o rojo intenso y las integraba en su puzle tipográfico. Se cuenta que a Wolff no siempre le hacían gracia los tratamientos que aplicaba a sus imágenes, pero el resultado era magnífico.

Su último recurso fundamental: la belleza de la escasez. Las limitaciones económicas le obligaron a trabajar a menudo con solo dos tintas. Lejos de ser un problema, Miles lo convirtió en una de sus señas de identidad. Sus portadas son un prodigio de cómo crear impacto y sofisticación con una paleta de colores mínima. El blanco y negro, con un único toque de un color vibrante, se convirtió en símbolo de modernidad.

Su desinterés por el jazz es, sin duda, una de sus características más recordadas. Recibía copias de cada disco que diseñaba, pero la mayoría las regalaba o las vendía en tiendas de segunda mano. Para crear las portadas, se guiaba por las descripciones que le hacía Alfred Lion de la música. Le dejaba notas breves: "moderno", "potente", "melancólico"... Aquellas pistas le bastaban a su imaginación para producir obras de arte.

Dúo de jazz ofreciendo una actuación.

En una ocasión, para la portada de ‘No Room for Squares’ de Hank Mobley, Miles utilizó una fotografía de Wolff en la que el saxofonista aparecía detrás de una pared con círculos. La imagen, con el rostro de Mobley perfectamente encuadrado en uno de los huecos, era un guiño visual al título del álbum. En otra, para ‘Out to Lunch!’ de Eric Dolphy, usó una foto que él mismo hizo del cartel de una tienda en la que podía leerse "Will be back". Una metáfora visual perfecta para la música vanguardista y rompedora de Dolphy. Incluso llegó a colaborar con un joven y entonces desconocido Andy Warhol, y posó para uno de sus primeras tandas de retratos.

Cuando Alfred Lion se retiró en 1967, la conexión de Reid Miles con Blue Note llegó a su fin. Se mudó a Hollywood, se dedicó a la fotografía publicitaria y llegó a ganar un millón de dólares al año creando campañas que imitaban el estilo clásico y recargado de Norman Rockwell. Toda una ironía para un hombre que había sido un abanderado de la modernidad.

Cartel de jazz.

Reid Miles murió en 1993, pero su legado es inmenso. No solo creó un canon estético para el jazz, sino que demostró que el diseño de una portada de disco podía ser una forma de arte en sí misma. Enseñó a generaciones de diseñadores a ser valientes, a romper las reglas y a encontrar la belleza en la simplicidad. Su influencia se puede rastrear en el diseño editorial, la publicidad y, por supuesto, en miles de portadas de discos que han intentado, con mayor o menor éxito, capturar una pizca de aquella magia.

La próxima vez que tu mirada se cruce con alguna de aquellas icónicas portadas de Blue Note, tómate un segundo. Mírala bien. No solo estarás observando un pedazo de la historia del jazz, también estarás disfrutando de la obra de un genio que nos reveló la auténtica imagen del cool. Un estilo que sigue manteniendo su estatus de referente a lo largo del tiempo.

 IMÁGENES | UNSPLASH

Compartir


Disfruta mensualmente de todos nuestros contenidos

Suscríbete