Fechada en torno a 1498 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, La Última Cena de Leonardo Da Vinci es uno de las pinturas murales más icónicas de la historia del arte.
Por René González
La imagen nos muestra a Jesucristo, flanqueado por sus apóstoles, como eje central de una larga mesa. En principio, un modesto encargo realizado por el duque Ludovico Sforza para vestir una de las paredes del convento de los dominicos de Santa María Delle Grazie, en Milán. El fresco nos resulta más que familiar, pero… ¿Podría tratarse de una partitura que encierra una melodía secreta? Giovanni María Pala, músico y especialista en computación, lleva años convencido de que sí. El amor de Leonardo por los enigmas y su singular currículo como inventor de instrumentos, una de las facetas menos conocidas del genio, le inducen a pensar que la pintura oculta una intrigante pieza musical.
Observando la obra, Pala se preguntó qué sucedería si la interpretara como un gigantesco pentagrama. Sustituyó las manos de todos los personajes y las hogazas de pan que aparecen en la imagen por notas, y la música se reveló ante sus ojos. El experimento dio como resultado una breve composición de cuarenta segundos de duración que el especialista en computación califica como un réquiemo quizás un himno dedicado a Dios. Tal vez el último de los legados secretos del maestro del Renacimiento. La tendencia natural de Da Vinci a soterrar acertijos en muchas de sus obras y sus inclinaciones musicales llevan a algunos expertos a valorar la posibilidad de que esta teoría sea algo más que una simple coincidencia.
Como ya hemos indicado, la obra de Leonardo no se ciñó únicamente a la pintura, escultura, arquitectura, filosofía o ciencia. Sus escritos dan fe de su enorme interés por la música y sus biógrafos aseguran que tocaba la lira con gran virtuosismo. No dejó escrita ninguna de sus célebres improvisaciones, ya que, según sus propias palabras, la música debía quedar libre tras ser creada, pero existe constancia de que llevó a cabo numerosas composiciones y que el catálogo de instrumentos musicales que inventó Leonardo Da Vinci resulta tan extenso como interesante.
El primero de ellos, la lira de plata, era su favorito. Si algo caracterizaba a la música de Leonardo Da Vinci era la práctica de este instrumento mientras recitaba poemas. Redactó varios textos en los que indicaba cómo fabricar una lira con la caja acústica realizada íntegramente en plata y con forma de cráneo de caballo, aportación que haría que su sonido ganara en brillo y nitidez. Aunque no se conserva dibujo ni ejemplar alguno, se sabe, gracias a las crónicas, que este fue el único instrumento que construyó efectivamente y que acabó entregando aquella lira al duque de Milán como regalo. “Su armonía era de mayor tuba y resultaba más sonora de voz”, señalan los documentos de la época.
La viola organista fue otra de sus grandes aportaciones. A simple vista podría confundirse con un pequeño piano, pero este ingenio frota las cuerdas con rodillos cubiertos de crines en lugar de golpearlas con un martillo forrado de lana prensada, lo cual produce un sonido similar al de una viola tradicional. Leonardo imaginó este artefacto entre 1488 y 1489, ya que los bocetos y anotaciones de este original instrumento, que combina la tonalidad del arco con la polifonía del teclado, forman parte del Códice Atlántico.
El órgano de papel de Da Vinci podría considerarse un precursor del acordeón moderno. Formado por tres elementos -los tubos, un teclado vertical para facilitar su empleo y el fuelle de doble acción-, el instrumento “de viento continuo”, tal y como lo denominó el maestro en el Códice Madrid II, emite sonidos al ser accionado en ambas direcciones, exactamente igual que un acordeón, si bien éste no se inventaría hasta 1852.
El órgano de agua de Leonardo venía a satisfacer una de las obsesiones del maestro por la hidráulica, preocupación que también trasladó a la arquitectura y al urbanismo. El instrumento se compone de varios tubos rellenos de agua y aire a diferentes presiones que, al ser golpeados a través de un sencillo sistema de teclas, emiten diferentes notas. En 2011, la organización Novus International replicó el artefacto y ofreció un recital para demostrar su versatilidad.
Dentro del campo de la percusión desarrolló varios dispositivos, aunque el más ingenioso de ellos quizás sea el denominado tambor mecánico. Un carro que, al girar, acciona una serie de palancas que disparan las baquetas que golpean en el parche. Asimismo, para evitar la necesidad de desplazarse, creó una carraca de tubos alineados que son golpeados por martillos cuando se acciona una polea principal. Da Vinci enriqueció el sonido de tambores y carracas a través de mecanismos que incrementan sus registros sonoros, facilitan las variaciones de tono durante la ejecución o producen ritmos más complejos.
Por último, citaremos las campanas soñadas por Leonardo. Cautivado por la intensidad de su sonido, estudió durante años su acústica y resonancia para tratar de mejorar su sonido. Como resultado de su análisis, realizó varios bocetos de campanas que tañen en distintas frecuencias, planteó diversos modos de percusión que ganaban en intensidad, color y armonía, ideó un campanólogo y dos conjuntos mecanizados de campanas tubulares. Sin duda, un portento en todos los ámbitos artísticos, incluyendo el musical.
IMÁGENES | UNSPLASH
Compartir