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Esgrafiado: una técnica artesanal que va mucho más allá de los motivos geométricos
Un arte decorativo antiguo que involucra arte, cerámica, madera y otras superficies y embellece nuestras ciudades
En muchas fachadas antiguas se puede apreciar una piel que respira textura: líneas que emergen al rascar la superficie y dejan ver otra capa oculta. Esa es la esencia del esgrafiado, una técnica artesanal con siglos de historia que sigue sorprendiendo por su versatilidad. Aunque suele asociarse a motivos geométricos clásicos, el esgrafiado abarca mucho más: arquitectura, arte, cerámica, madera e incluso ilustración contemporánea. En este artículo profundizamos en qué es, cómo se realiza y dónde admirarla en directo en España.
Qué es el esgrafiado y por qué sigue tan vigente en el arte
El esgrafiado —del italiano sgraffiare, “rascar”— aparece documentado en Italia desde el siglo XV, especialmente en zonas de la Toscana renacentista, donde se utilizaba para enriquecer muros con sombras, relieves y contrastes. Desde allí se extendió por Europa Central y la península ibérica, dejando un patrimonio que aún hoy forma parte de nuestro paisaje urbano.
En España, la técnica arraigó con fuerza en Castilla, Cataluña, Madrid y Castilla-La Mancha. La idea siempre es la misma: superponer dos capas (de mortero, yeso, engobe o incluso cera), dejar que contrasten en color o textura y rascar la capa superior para revelar el diseño. Continúa utilizándose porque permite lograr un efecto que la pintura sola no alcanza: profundidad real, un juego entre luz y sombra que aporta carácter artesanal, y una adaptabilidad que seduce tanto a restauradores como a artistas contemporáneos.
Los tipos de esgrafiado y materiales más utilizados
El esgrafiado cambia según el soporte, pero siempre conserva su principio esencial: revelar una capa inferior distinta.
En arquitectura, se trabaja sobre mortero o yeso fresco. La superficie se cubre con una capa pigmentada y, antes de que seque del todo, se rasca con punzones, espátulas o plantillas. Es el tipo más visible en centros históricos españoles.
En cerámica, la pieza se recubre de un engobe o barbotina que posteriormente se incide para que la arcilla de base aparezca en contraste. Es habitual en talleres tradicionales y en ceramistas contemporáneos que exploran texturas más expresivas.
El esgrafiado sobre madera recurre a ceras, tintes o capas finas de pintura. El artesano retira parte de esa película para crear líneas suaves o motivos decorativos, técnica que se ve en marquetería y mobiliario artesanal.
Existen también variantes más gráficas, como el esgrafiado con ceras —muy usado en educación artística— o el esgrafiado con tinta china, donde una capa negra cubre una superficie previamente preparada y se rasca para obtener líneas blancas. Aunque no son técnicas arquitectónicas, mantienen el principio del contraste revelado.
En escultura, especialmente en piezas de yeso o cerámica, el esgrafiado aporta textura y variaciones de relieve que enriquecen la superficie.

Proceso del esgrafiado paso a paso: así se hace
Aunque cada disciplina tiene sus matices, el proceso del esgrafiado sigue una lógica común que combina preparación, paciencia y precisión.
Se comienza por preparar la superficie: en muros, con una capa base de mortero o yeso; en cerámica, con la pieza bizcochada; en papel, con una base encerada o teñida. Después se aplica la capa superior, normalmente de un color contrastante: un mortero pigmentado, un engobe cerámico, una cera oscura o tinta.
Cuando la superficie está lista, se marca el diseño. Puede hacerse a mano alzada o mediante plantillas geométricas, algo muy característico en fachadas castellanas de los siglos XVI y XVII. Finalmente llega el momento clave: rascar, retirando solo la cantidad justa de la capa superficial para que la inferior aparezca sin dañar el conjunto.
Para quien quiera probar el esgrafiado en casa, lo más accesible es empezar con ceras o con piezas de cerámica en talleres. Conviene trabajar con trazos simples, usar herramientas poco agresivas al inicio y centrarse más en entender cómo reaccionan los materiales que en obtener un resultado perfecto. La técnica necesita práctica, pero permite experimentar desde el primer momento con contrastes y texturas.

Ejemplos de esgrafiado para ver en directo esta técnica
España conserva algunos de los conjuntos de esgrafiado más interesantes de Europa, visibles en ciudades y pueblos donde esta tradición sigue formando parte de la identidad local. En Andalucía, aunque el esgrafiado no sea la técnica ornamental predominante, encontramos patrones geométricos y florales de raíz islámica que alcanzan una precisión excepcional. En La Alhambra de Granada (en espacios como el Palacio de Comares, el Patio de los Leones o la Sala de los Reyes), las yeserías nazaríes talladas en yeso fresco, aunque no constituyan esgrafiado en sentido estricto, comparten con esta técnica un principio fundamental: la incisión como recurso para crear contraste y relieve.
A este diálogo entre superficie y luz se suma la cerámica nazarí, con piezas decoradas mediante esgrafiado sobre engobe que revelan motivos ajedrezados y frisos incisos inspirados en los textiles del periodo. La técnica del engobe inciso establece un puente natural con la artesanía de Castilla-La Mancha, donde numerosos talleres —especialmente en Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo— mantienen viva esta tradición en piezas contemporáneas. El mismo gesto de retirar estratégicamente la capa superficial aparece aquí reinterpretado con nuevos materiales, mostrando la continuidad de un saber hacer que atraviesa siglos y territorios.
Hacia el norte, el esgrafiado en su forma arquitectónica más característica encuentra algunos de sus ejemplos más emblemáticos en Segovia, quizá el gran referente nacional. En barrios como San Millán, la Judería o las calles que rodean la Casa de los Picos, las fachadas presentan patrones geométricos y vegetales realizados entre los siglos XVI y XIX, convirtiendo estas calles en un museo al aire libre. En Cuéllar (Segovia), el casco histórico conserva numerosas portadas nobles y viviendas tradicionales decoradas con esgrafiado castellano, lo que permite apreciar cómo la técnica se adaptaba a distintos formatos y proporciones.
En Madrid, varios edificios del siglo XIX en zonas como Malasaña, Conde Duque o Palacio mantienen esgrafiados restaurados, testimonio de una época en la que esta decoración volvió a popularizarse. En Cataluña, el esgrafiado vivió un momento especialmente fértil durante el modernismo y el noucentisme, y en Barcelona pueden verse aún hoy fachadas del Eixample y de Gràcia decoradas con motivos florales, curvas sinuosas y composiciones propias del lenguaje modernista.
El esgrafiado es una técnica antigua que no ha perdido actualidad porque combina oficio, textura y contraste de una manera única. Es una artesanía que se renueva sin perder su esencia, y una invitación a mirar muros, piezas y objetos con más atención: detrás de cada capa raspada hay una historia de color, paciencia y forma.
Imágenes I Unsplash, iStock
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