Creadores - Artesanía
Larga vida a la alfarería, el arte que nos recuerda el valor de parar y crear con las manos
El legado de una práctica ancestral donde cada pieza es un relato de humanidad y un compromiso con lo hecho a mano
En medio de la omnipresencia de lo digital, la alfarería nos ofrece un refugio de calma. Esas manos que modelan barro no solo crean objetos, sino que, desde hace siglos, escriben con gestos simples páginas de historia y emoción. A través del tacto de la arcilla, el silencio del torno y el calor del horno, el alfarero recupera un vínculo primigenio con la tierra y con nosotros mismos: el de parar, respirar y dar forma a lo esencial, sublimando la artesanía en puro arte.
¿Qué es la alfarería y por qué sigue viva hoy?
La alfarería, cuyo término procede del árabe andalusí al-fajjár, es el oficio y el arte de transformar arcilla en piezas útiles o ceremoniales mediante el modelado manual de la arcilla y la cocción al fuego. Aunque es prima hermana de la cerámica, la alfarería reivindica un carácter más popular y directo: una sola cocción, esmaltados sencillos y la huella del artesano en cada superficie.
Este arte manual con siglos de historia no ha desaparecido porque conserva la capacidad de ofrecer un espacio de desaceleración y conexión con la materia, una pausa consciente frente al vértigo tecnológico. Su utilidad, por tanto, va más allá de la producción de objetos y roza la práctica espiritual y meditativa.
Historia de la alfarería: un legado milenario
La historia de la alfarería habla de un viaje que comienza en el Neolítico, cuando las primeras comunidades descubrieron que la arcilla, modelada y sometida al calor, adquiría dureza y podía servir para guardar agua, granos y semillas. De aquellas vasijas rudimentarias surgieron los tornos manuales en el antiguo Egipto y Mesopotamia, que perfeccionaron la simetría y facilitaron la producción en serie. Grecia añadió la pintura de figuras negras y rojas y Roma extendió estas técnicas por todo su vasto imperio.
Con la llegada de los árabes a la península ibérica en el siglo VIII, la alfarería hispana incorporó esmaltados vítreos y decoraciones geométricas que alcanzaron su esplendor en la cerámica nazarí de La Alhambra. El descubrimiento del caolín en el siglo XVIII dio origen a la porcelana europea, un contrapunto exclusivo al mundo de la alfarería popular. Sin embargo, lejos de quedar relegada, la alfarería sobrevivió alimentando un diálogo silencioso entre tradición e innovación hasta nuestros días.
Técnicas de alfarería: el arte de dar forma al barro
Las técnicas de alfarería se basan en tres pilares fundamentales: el modelado, la cocción y el esmaltado. El modelado a mano permite piezas únicas, donde cada huella digital se convierte en seña de identidad. El torno manual, o eléctrico en versiones contemporáneas, ofrece ritmo y homogeneidad, habilitando la producción de tazas, cuencos y jarras con simetría perfecta. El vaciado en moldes de yeso, heredado de la alfarería industrial y adaptado por artesanos, logra el equilibrio entre precisión e imperfección deseado en ediciones limitadas.
La cocción en hornos de leña o gas requiere controlar la temperatura y el tiempo, ya sea para conseguir piezas en buje o para lograr efectos de reducción en determinados esmaltes. Finalmente, el esmaltado añade color y practicidad: desde los tonos terrosos y pálidos de la arcilla cruda hasta los azules y verdes vivos que recuerdan a la tradición árabe. Todos los matices surgen de la mezcla ancestral de óxidos de cobre, cobalto y hierro.
Tipos de alfarería: formas, usos y estilos
Los tipos de alfarería se distinguen, ante todo, por su función y estilo. En el ámbito utilitario, ollas para cocinar, cántaros para el agua y botijos para refrescar el líquido en días de calor son protagonistas de la vida cotidiana. En la vertiente decorativa, jarrones, azulejos y piezas esculpidas reflejan tendencias artísticas y simbolismos diversos. La alfarería ritual, heredera de civilizaciones antiguas, integra urnas funerarias y objetos destinados a ceremonias: su morfología y decoraciones responden a relatos sagrados y prácticas comunitarias.
Cualitativamente, se habla de alfarería de basto, con piezas de arcilla cruda sin vidriar; de alfarería de fino, donde la superficie recibe cuidados especiales; y de alfarería popular, que conserva el espíritu rural y preindustrial, combinando técnicas tradicionales con materiales modernos en proyectos de recuperación cultural.
La alfarería en Granada: tradición, arte y aprendizaje
La alfarería en Granada es un capítulo vivo de la historia andaluza. En las cuevas trogloditas de Guadix hoy se organizan talleres donde el barro se mezcla con la roca y los hornos naturales aprovechan la estabilidad térmica de la tierra. Los «pipos» y botijos con formas de ave y las jarras accitanas nacen allí como herencia fenicia y mora. En Purullena, la alfarería granadina germina en «jarras gitanas» y macetas que celebran el color y el movimiento, testigos de festividades y oficios tradicionales.
En la capital, el barrio del Albaicín alberga los alfares de Fajalauza, donde generaciones de olleros han mantenido viva la tradición nazarí: el verde esmeralda y el azul cobalto recubren lozas destinadas a balcones y patios, evocando la Alhambra. Para quienes quieran acercarse al mundo de la alfarería tradicional, las opciones son muchas y diferentes.
Granada cuenta con talleres y tiendas que no solo venden piezas, sino que abren sus puertas a cursos intensivos, invitando a residentes y visitantes a descubrir la alfarería en Granada como experiencia formativa y cultural. Destacamos el taller de Antonio Aguilera, conocido como Tony Potter, donde aprender el arte, o la tienda Cerámica Los Arrayanes, donde se pueden encargar piezas personalizadas.
¿Qué hace un alfarero y cómo aprender su oficio?
El alfarero tiene con la arcilla un vinculo simbiótico: detecta su grado de humedad, ajusta la velocidad del torno, mide la fuerza del pulgar al modelar y anticipa el cambio de color tras la cocción. Este perfil profesional precisa paciencia, sensibilidad táctil y conocimientos de química básica para la preparación de esmaltes. Hoy, el oficio se aprende en talleres familiares, en academias de Bellas Artes y en residencias dedicadas a la creación.
En Granada, la Universidad y centros municipales ofrecen ciclos formativos que abarcan desde el modelado hasta la gestión de hornos. Los festivales internacionales de cerámica, asociados a redes de intercambio, completan esta formación con encuentros prácticos donde se experimenta con nuevas recetas de barbotina y se proponen combustiones alternativas.
La alfarería vive un presente lleno de promesas porque recuerda que el progreso también necesita pausas. Parar para sentir la arcilla, escuchar el crujir del barro y celebrar el milagro de convertir un puño de tierra en un objeto significativo reconcilia el pasado con el futuro.
Imágenes I Unsplash
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