1971, Instituto Politécnico de Leicester. El músico británico Gavin Bryars, que impartía clases en el Departamento de Bellas Artes, trabajaba con una grabación que le había llamado poderosamente la atención.
Por Raúl RearMachine
Se trataba de un sencillo cántico interpretado por un anciano vagabundo de Londres, un breve pero apasionado himno religioso que se había adueñado de su mente y que representaba todo un acicate para su creatividad. Decidió llevar a cabo un experimento: un loop de trece compases con la voz del desconocido cantando ‘Jesus Blood Never Failed Me Yet’ sobre el cual montaría un arreglo suave de cuerdas. La tecnología de la época resultaba precaria y el proceso iba a llevarle bastante tiempo, de manera que dejó la maquinaria funcionando y salió del estudio de grabación en busca de un café. Al volver, unos minutos más tarde, comprobó que se había dejado la puerta abierta y notó que algo había cambiado. “Cuando regresé, encontré que la sala normalmente animada estaba anormalmente apagada. La gente se movía mucho más lentamente de lo habitual y algunos estaban sentados, completamente emocionados”, explicó. El vínculo sensorial con aquella modesta pieza había ralentizado el tiempo, logrando que los oyentes, de manera espontánea, aminorasen el ritmo, se unieran a la música y permitieran que sus sentimientos se desbordaran por completo.
Bryars no salía de su asombro. “Me quedé desconcertado hasta que me di cuenta de que la cinta seguía sonando y que habían sido superados por el canto del anciano. Esto me convenció del poder emotivo de la música y de las posibilidades que ofrece la adición de un acompañamiento orquestal sencillo, aunque en evolución gradual, que respete la nobleza y la fe sencilla del vagabundo. Aunque murió antes de que pudiera escuchar lo que yo había hecho con su canto, la pieza permanece como un testimonio elocuente, pero discreto, de su espíritu y optimismo”.
Aquella increíble grabación había llegado a las manos del músico a través de su amigo Alan Power. Este había estado trabajando en un documental sobre la vida de los vagabundos del distrito londinense de Elephant And Castle, el mismo barrio humilde en el que Charles Chaplin se había criado. Una vez rematada la banda sonora, Power entregó el resto de las cintas a Bryars. Descartes de conversaciones con los protagonistas del documental, quienes en ocasiones cantaban canciones de folk y pop, baladas sentimentales o fragmentos de ópera. Uno de ellos, de edad avanzada, interpretó un antiguo himno evangélico: ‘Jesus Blood Never Failed Me Yet’. Lo hizo empleando una afinación sorprendentemente consistente. Cuando Bryars la escuchó, tuvo claro que debía hacer algo con aquel pequeño tesoro sonoro.
Su primera resolución consistió en darle tiempo, todo el tiempo posible. Su equipo magnetofónico le ofrecía la posibilidad de crear un bucle de 25 minutos de duración y decidió aprovecharlo al máximo. Acto seguido, comenzó a trabajar en la armonización de la pieza. Tras constatar que su piano estaba perfectamente afinado con el canto del anciano, se centró en construir un acompañamiento muy delicado. Era consciente del poder emocional de aquella voz y no quería ahogarla en un mar de orquestaciones. Buscaba respetarla y dotarla de un apoyo que la hiciera brillar aún más.
En los segundos iniciales de la versión original, únicamente escuchamos al anciano. Poco a poco, se va incorporando un agradable arreglo de cuerdas que parece mecerse al compás de la melodía principal. Los instrumentos dejan de sonar cuando la voz se detiene para abordar una breve pausa.
Un instante en el que el corazón se encoge. El conjunto vuelve a cobrar vida de forma gradual, sutil. Las variaciones se revelan tenues, al igual que los cambios de intensidad. Todo invita a la calma, a dejarse llevar por el ritmo sugerente de una voz que parece impregnarlo todo de paz. El artefacto sonoro de Bryars funciona a la perfección y la emoción embarga a quien lo escucha de forma tan apacible como inevitable.
En 1972, un año después de completarla, Gavin Bryars interpretó la pieza en el Queen Elizabeth Hall de Londres y el experimento volvió a arrojar el mismo resultado. El público quedó sumido en una suerte de trance emocional y las reacciones fueron entusiastas. Desde entonces, ‘Jesus Blood Never Failed Me Yet’ se ha convertido en un elemento imprescindible dentro del repertorio del músico, ya que la audiencia la reclama siempre. El propio Bryars ha reconocido que nunca se cansa de dirigirla y que descubre matices sorprendentes con cada nueva puesta en escena.
Finalmente, la pieza fue grabada en el sello Obscure, de Brian Eno, en 1975. Mucho después, cuando los avances tecnológicos del Compact Disc lo hicieron posible, Bryars produjo una versión sustancialmente revisada y ampliada hasta los 75 minutos para Point Records en 1993. La nueva versión contó con la ayuda de Tom Waits, colaborador habitual del músico en aquella época, cuya voz parece acompañar a la del anciano vagabundo mientras el mundo entero se desvanece. En 2019, se programó una sesión en directo de 12 horas en la que la pieza sonó de forma ininterrumpida en el Tate Modern, el Museo Nacional Británico de Arte Moderno. Una iniciativa dirigida a visibilizar la realidad de las personas sin hogar.
Pese a las modificaciones y mejoras, la crítica se muestra unánime a la hora de elegir: la versión original de 25 minutos es insuperable. Nada como relajarse, encender el equipo de música, abandonarse al poder de la voz del viejo vagabundo y permitir que las emociones tomen el control de la misma manera que aquella mañana de 1971 en Leicester…
IMÁGENES | UNSPLASH
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