image image

¿Eres mayor de edad?

Está a punto de entrar a un sitio web titularidad de Mahou San Miguel cuyo contenido se dirige únicamente a mayores de edad. Para asegurarnos de que sólo es visible para estos usuarios hemos incorporado el filtro de edad, que usted debe responder verazmente. Su funcionamiento es posible gracias a la utilización de cookies técnicas que resultan estrictamente necesarias y que serán eliminadas cuando salga de esta web.

Selecciona un país

clear
Adiós a Vicente Fernández, el último de ‘los cuatro gallos’ mexicanos Adiós a Vicente Fernández, el último de ‘los cuatro gallos’ mexicanos

Música

Adiós a Vicente Fernández, el último de ‘los cuatro gallos’ mexicanos

arrow_back Blog

Cuatro artistas singulares, nacidos en el mismo país y prácticamente coetáneos. Cuatro representantes de una tradición esencial para comprender las raíces sonoras de México que definieron un periodo clave y forjaron una forma de entender la música

Por René González

El público azteca los bautizó como ‘los cuatro gallos’ por el orgullo con el que pasearon su mexicanidad por el mundo y los amó por la manera tan veraz con la que convirtieron emociones en rancheras y corridos. Tres de ellos, Pedro Infante, Jorge Negrete y Javier Solís, nos dejaron prematuramente, hace ya muchos años. Vicente Fernández, el último de estos cuatro gallos, nos acaba de decir adiós, pero nos lega una herencia eterna: medio siglo de carrera, 70 millones de álbumes vendidos, 100 discos lanzados, 8 premios Grammy Latino, 10 discos aún sin publicar, 300 canciones inéditas y decenas de películas. El rico patrimonio musical del país jamás habría adquirido la magnitud que todos conocemos si no hubiera sido por el talento de esta tetrarquía del canto.

La letra de la canción ‘Los Cuatro Gallos’, de Ángeles Ochoa, da cuenta del extraordinario peso de estos héroes de la música: “Vengo entonando la letra de un corrido, de cuatro amigos nacidos pa' cantar, han hecho grande a mi México querido, entre las notas del mundo musical: Jorge Negrete, Javier y Pedro Infante, y ahora Vicente del mero buen Titán”. Todos ellos transitaron por sendas profesionales similares, acumulando cientos de canciones exitosas y participando en diversas películas. Su arte abrió de par en par las fronteras del país y dio a conocer al mundo la musicalidad, sabor y ritmo propios de la esencia mexicana, una naturaleza orgullosa de la que resulta sencillo enamorarse.

El primero de nuestros protagonistas, Pedro Infante, nació en 1917 en Mazatlán, Sinaloa. Dio sus primeros pasos en la música como integrante de un conjunto que actuaba en la localidad de Guasave. En 1939, la emisora de radio local XEB apoyó su carrera y, cuando comenzó a ganar popularidad, se mudó a ciudad de México animado por su esposa, María Luisa León. En 1943 realizó su primera grabación de relevancia: ‘Soldado Raso’. Decidido a conquistar mayores cotas de éxito, logró que el director cinematográfico Ismael Rodríguez le ayudara a catapultar su carrera participando en diferentes películas. Rebautizado popularmente como ‘El Ídolo de Guamúchil’, llegó a protagonizar más de 60 filmes y acabó registrando más de 300 canciones, en su mayoría rancheras.

A Infante le apasionaba volar. Acumulaba casi 3.000 horas como piloto y su nombre en clave era ‘Capitán Cruz’. Había sufrido un par de siniestros pilotando avionetas, pero había salido relativamente bien parado en ambas ocasiones. La primera vez, acabó estrellándose sobre un campo de maíz en Guasave al no poder tomar suficiente altura durante la maniobra de despegue en una pista improvisada. La segunda, su aeronave se desplomó mientras sobrevolaba Zitácuaro y los médicos tuvieron que implantarle una placa de metal en el cráneo. El 15 de abril de 1957, Infante viajaba como copiloto a bordo de una C-87 Liberator Express que cayó estrepitosamente sobre un barrio de la ciudad de Mérida, Yucatán. El accidente fue tan grave que nunca se llegaron a recuperar los restos mortales del artista, lo cual dio pie a numerosas teorías de la conspiración. Hipótesis que aseguraban que Infante, afectado por el incidente, habría fingido su muerte para vivir, tranquilo y alejado de los focos, retirado en algún plácido lugar de México.


Jorge Negrete, ‘El Charro Cantor’, nació en Guanajuato en 1911. Hijo de militar, siguió los pasos de su progenitor en el Heroico Colegio de México, institución en la que estudió parcialmente la carrera de medicina y alcanzó el grado de capitán segundo. En 1931, tras haber estudiado canto con José Pierson, director de la Compañía Impulsora de Ópera de México, se licenció para dedicarse exclusivamente a su vocación artística. Apadrinado por la cadena de radio XETR, comenzó interpretando romanzas mexicanas y canciones napolitanas. Su carrera no acabó de despegar y fue dando tumbos a lo largo de los siguientes años hasta que, en 1937, realizó su primera aparición en el cine, en un cortometraje de Warner Bros. A partir de ese instante, su estrella comenzó a ganar brillo y, en 1941, protagonizó ‘¡Ay, Jalisco, no te rajes!’, el filme que le otorgaría fama internacional. No sólo cosechó grandes éxitos en México, también llenó teatros en Cuba, Puerto Rico, Argentina, Uruguay, Perú o España, encarnando siempre el personaje del charro mexicano.

Pese a la presunta rivalidad entre Negrete e Infante, en realidad el segundo siempre manifestó un profundo respeto y admiración por el primero, ya que éste le ayudó a triunfar en el cine mexicano. En 1953, en Los Ángeles, mientras asistía a una velada de boxeo en la que participaba el púgil mexicano Raúl Macías, Negrete sufrió un colapso a causa de una enfermedad que padecía y acabó falleciendo en diciembre de ese mismo año. El día de su muerte fue decretado luto nacional en México.

Gabriel Siria Levario, más conocido como Javier Solís o ‘El Rey del Bolero Ranchero’, nació en la Ciudad de México en 1931. Criado por su hermano Valentín y la esposa de este, Ángela, desempeñó numerosos trabajos antes de triunfar. Cuando, años después, le preguntaron por sus inicios durante una entrevista, declaró que “la vocación llegó por hambre”. Ganaba 17 pesos al día en una carnicería y aquello no le alcanzaba para sobrevivir. El azar quiso que unos amigos le invitaran a participar en un mariachi y, gracias a sus impresionantes capacidades vocales, fue ganando fama a nivel local. En cierta ocasión que el grupo actuaba en el local de ocio nocturno El Azteca, Julito Rodríguez, quien fuera primera voz de Los Panchos, le escuchó y le ofreció el espaldarazo que necesitaba. Bajo su tutela e influido por la figura de su ídolo, Pedro Infante, Solís encontró su voz y comenzó a encadenar éxitos. Grabó cientos de temas y empezó a participar en películas.

Su fama creció como la espuma. Su discográfica planeaba organizar un disco del artista junto a Frank Sinatra cuando, de repente, todo se truncó. Había ingresado en el Hospital Santa Elena de México aquejado de fuertes dolores estomacales. Estaba previsto que se le practicara una sencilla intervención, pero el 19 de abril de 1966, a las 5:25 de la madrugada, en la habitación 406, Javier Solís se incorporó repentinamente, exclamó un sonoro “Ay, Dios mio” y falleció. Tenía 34 años.

Vicente Fernández, ‘El ídolo de México’, ‘el Sinatra de las rancheras’, ‘el charro de Huentitán’, ‘Chente’, nació en 1940 en Huentitán. Siempre se sintió profundamente inspirado por la figura de Pedro Infante y soñaba con ser cantante desde los seis años. Antes de coronarse como monarca absoluto de la ranchera moderna mexicana, se ganó la vida humildemente como albañil, bolero, cajero, mesero y lavaplatos, pero en cuanto tuvo la posibilidad de aportar brillo al folclore de su país, lo hizo a lo grande, vestido con sus inolvidables trajes de charro. “Vestir de charro es vestir de México”, decía. Colaboró con figuras de la relevancia de Tony Bennett, Julio Iglesias, Celia Cruz, Roberto Carlos o Ana Gabriel, entre otros.

Todos en México consideran a Vicente Fernández ‘el cuarto gallo’, el último de una estirpe inusual de intérpretes colosales. Durante más de medio siglo hizo gala de un alcance vocal operístico y de una profunda comprensión de las raíces de la música ranchera. Su voz era capaz de rogar, exaltar, reprochar o desnudar el alma con absoluta credibilidad. Al igual que las tres estrellas que le precedieron, fue el protagonista de numerosas películas mexicanas, a menudo interpretando el papel del charro orgulloso, un rol hecho a su medida. También participó en numerosos programas de televisión y llegó a vender más de 65 millones de discos. En 1976 publicó su inmortal himno ranchero ‘Volver, volver’, el tema por el que el mundo entero le recordará siempre como ‘El Rey’.


IMÁGENES | UNSPLASH



Compartir


Disfruta mensualmente de todos nuestros contenidos

Suscríbete