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Autotune, sacando petróleo de la voz

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Autotune everywhere. El Photoshop del sonido. Nos hemos acostumbrado a convivir con él, a escucharlo, amarlo y odiarlo a partes iguales, y a asociarlo a géneros musicales muy concretos.

Por Cervezas Alhambra

La música urbana no tendría el mismo color sin este ingenioso software y muchas canciones de pop perderían parte del brillo y la frescura que les da ese puntito robótico de la voz comprimida. Es bastante posible que hayas leído por ahí que el origen del autotune está relacionado con un aparato que sirve para descubrir si hay petróleo en el subsuelo, o quizás desconocías este dato, pero te avanzamos que después de leer este breve recorrido por la historia del invento más influyente de las últimas dos décadas en la industria de la música, vas a ser el que más controle de autotune de todos tus amigos. ¿Te animas? Vamos a por ello.

Bad Bunny, J Balvin, Nicky Jam,  Alizzz, Rosalía, Quevedo, C Tangana, Bad Gyal, Omar Montes… ¡Daft Punk! la lista de grandes artistas que tiran de autotune sin ocultarlo es infinita. ¿Afina los tonos? Sí. ¿Hace posible que una persona que canta mal lo haga bien? También. Pero no nos quedemos en ese punto, el autotune ya ha ido mucho más allá. Ahora mismo no se emplea para tapar fallos de afinación, hemos trascendido esa pantalla del juego. Actualmente es una herramienta más, un elemento estético en sí mismo, y los artistas lo aplican como mejor les parece para realzar la personalidad de su obra. En 1931, cuando la tecnología nos entregó las pastillas para guitarra eléctrica y los amplificadores también hubo quien consideró que aquello desvirtuaba el virtuosismo de los ‘auténticos’ músicos y que minimizaba el esfuerzo o el mérito de los ejecutantes. Y es posible que tuviera razón, pero a cambio llegó el rock and roll, el pop… Y casi un siglo de música espectacular. Ni siquiera en 2022, cuando Luna Ki decidió apartarse de la competición para ir a Eurovisión por no permitírsele usar autotune -las reglas del concurso prohíben usar instrumentos en directo, con lo que lo elevaron implícitamente a la categoría de instrumento- hubo demasiada polémica al respecto. El autotune está aquí y ha venido para quedarse. 

Por cierto, le llamamos autotune pero ese sólo es el nombre comercial del aparato originalmente distribuido por Antares Audio Technology. Actualmente, el mercado está lleno de alternativas desarrolladas por otras compañías, pero, como suele suceder en estos casos, el que llega primero se queda con la denominación. Ha pasado con el walkman, el jumbotron, los kleenex, el papel albal y hasta con la aspirina, así que, ¿por qué no con un aparato que deberíamos llamar procesador de audio? Hasta la cuenta de Twitter de la RAE confirmó en 2021 que la forma correcta de escribirlo es autotune, junto y en minúscula, siempre que la pronunciación se ajuste a la grafía. 

Quizás deberíamos comenzar por el principio, es decir, quién lo creó y cómo fue todo el proceso, pero antes de llegar a ese momento no nos resistimos a hacer una pequeña parada en 1998, el año en el que se descubrió el pastel. Contexto: todos los estudios de grabación de Los Ángeles habían comprado el autotune de la empresa Antares, pero nadie lo reconocía abiertamente. Cada uno de ellos guardaba celosamente la famosa cajita que obraba milagros con la voz, pero todos tenían miedo de que la gente se les echase encima si se enteraban de que prestaban una ayudita digital a todos los artistas. Sí, a todos. Aquella maravilla había acabado con las sesiones maratonianas de grabación para sacar adelante una sola canción y a pegarse palizas haciendo corta-pega con las distintas tomas hasta conseguir la perfección. Rápido, eficaz, barato… Pero potencialmente polémico. Mejor no se lo contamos a nadie.

Y entonces llegó ella: Cher. Su tema ‘Believe’ salió al mercado en 1998 e hizo que todo saltara por los aires. La pregunta era obvia: ¿qué efecto de voz es ese? En la discográfica mintieron como bellacos asegurando que era un vocoder (un sintetizador de voz que ya se conocía) con unas modificaciones especiales, pero no coló. En cuestión de días se supo qué era el autotune, cómo funcionaba y quién lo usaba. Y de ahí surgió la siguiente pregunta obligada. Si el aparato puede utilizarse en modo ‘discreto’, ese en el que la afinación digital es prácticamente inapreciable, ¿por qué Cher lo empleó con tantísimo descaro? Aquí hay dos versiones. La primera -la oficial- dice que la artista quería sorprender a todo el mundo, hacer algo que no se hubiera escuchado hasta entonces y dejar a su público con la boca abierta. La segunda asegura que la cantante se presentó en el estudio casi sin voz y que, a pesar de los esfuerzos de los técnicos, no hubo quien salvara aquel desastre a menos que la caja mágica funcionara a todo trapo. De ahí que tratasen de despistar con lo del vocoder. ¿Con cuál te quedas? Do you believe in life after love?...

Ahora sí. El origen, el punto cero de toda esta revolución musical tiene nombre y apellido: Andy Hildebrand. Corría la década de los 70 cuando Andy ideó un sistema que estudiaba el comportamiento de las ondas al atravesar el subsuelo con el único y exclusivo fin de encontrar petróleo. Se detonaba una carga de dinamita, se colocaba un aparato que medía las vibraciones resultantes tras chocar con el terreno y el artefacto revelaba si había una bolsa del preciado líquido bajo la superficie. La idea era sencilla, pero el modelo matemático y el software necesario para ponerla en marcha no lo eran tanto, de manera que nuestro amigo Andy se empleó a fondo para desarrollarlo. Hasta 1979 trabajó para la petrolera Exxon, pero se cansó de que fueran otros quienes ganasen dinero a su costa. Renunció, fundó su propia empresa y empezó a facturar sus servicios a la misma petrolera para la que había estado trabajando. Acabó amasando una pequeña fortuna que, en 1989, ascendía a 500 millones de dólares.

La patente del invento le dio a Andy muchísimo dinero y, en consecuencia, toneladas de tiempo libre. Un buen día de 1995 salió a cenar con su mujer y unos amigos. Tras la cena, hubo un show y la esposa de Andy, quien al parecer no dominaba el arte de la armonía vocal, le lanzó una proposición. “¿Por qué no me haces una caja que me haga cantar entonada?”. Aquello sonó a locura, pero el pensamiento se instaló en la mente de nuestro protagonista, se acomodó, echó raíces y creció.

Ocho o nueve meses después, mientras andaba enredado con otro proyecto, la idea eclosionó. Volvió a pensar en lo de la caja mágica y se dijo: “sería muy sencillo de hacer…Lo haré”.  Y lo hizo. El primer afinador de tono de la historia. En realidad, bastaba con modificar su viejo invento para encontrar petróleo y adaptarlo a la nueva necesidad. Tenía que modular las notas vocales respetando escrupulosamente el tiempo, sin que este se acelerase ni se ralentizase, algo que nadie había conseguido hasta entonces. Lo logró en cuestión de meses. El aparato contaba con un regulador de transición de velocidad entre las notas que iba del cero, instantáneo, al diez, cambio lento o ‘discreto’. Camuflar su uso era tan sencillo como ir probando hasta qué punto se podía descender sin que se notara el truco. 

El propio Andy se pateó, uno a uno, todos los grandes estudios de grabación de Los Ángeles con su invento bajo el brazo. Todos lo compraron. A lo largo de 1997, los ingenieros de sonido de primer orden lo probaron, lo usaron en sus trabajos, lo integraron en su día a día y lo ocultaron. Faltaba sólo un año para que Cher lo pusiera todo patas arriba y cambiara el curso de la historia musical para siempre.


IMÁGENES | UNSPLASH

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