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Curar aceitunas como en los patios: recetas que se heredan
Aprende cómo curar aceitunas en casa paso a paso y descubre la tradición histórica, cultural y gastronómica que se hereda en los patios de España
Hubo un tiempo en que casi cada casa del sur de España tenía un patio. Un espacio sencillo, con macetas, un poco de sombra y una mesa donde pasaban cosas importantes sin hacer ruido: se cosía, se hablaba, se conservaba. Allí, entre otras tradiciones domésticas, también se curaban las aceitunas. Hoy, cuando cada vez más personas vuelven a hacer en casa lo que antes compraban en el supermercado, ese gesto antiguo recupera sentido. Curar aceitunas es una forma de entender el tiempo, la paciencia y la cultura gastronómica mediterránea.
La historia de la aceituna en España se remonta a fenicios y romanos, que difundieron el cultivo del olivo por toda la península. Desde entonces, el aceite y la aceituna han sido pilares de la dieta, pero también de la economía, el paisaje y la vida cotidiana. En Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha, la campaña de la aceituna marcaba el calendario familiar. Parte de la cosecha se destinaba al molino; otra, a la mesa.
Curar aceitunas en casa era una forma de autonomía alimentaria. Cada familia tenía su método, su mezcla secreta de hierbas, sal y tiempo. Las recetas no solían escribirse: se aprendían mirando, ayudando, esperando. De generación en generación.
¿Qué significa “curar” una aceituna?
La aceituna recién recogida del árbol es amarga. Muy amarga. Curarla consiste en eliminar ese amargor natural mediante procesos de agua, sal o sosa, hasta convertirla en un alimento equilibrado, aromático y duradero. Hay muchos métodos, pero todos tienen algo en común: requieren atención, constancia y respeto por los tiempos.
En la actualidad, cuando hablamos tanto de fermentaciones, conservas y cocina lenta, el curado de aceitunas encaja perfectamente en esa nueva mirada hacia lo artesanal.

Paso a paso: cómo curar aceitunas en casa
Existen distintos métodos según la zona y el tipo de aceituna. Uno de los más extendidos es el curado en salmuera, ideal para principiantes.
1. Recolección y selección
Las aceitunas deben recogerse sanas, sin golpes ni manchas. Se pueden usar verdes o negras, aunque el proceso varía ligeramente. En casa, lo habitual es trabajar con aceitunas verdes.
2. Lavado inicial
Se lavan bien con agua fría para eliminar polvo e impurezas.
3. El proceso de desamargado
Aquí hay dos caminos:
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Con agua: se colocan las aceitunas en un recipiente grande, cubiertas de agua. Aproximadamente 1 litro de agua por cada kilo de aceitunas. Este primer proceso dura entre 7 y 10 días, cambiando el agua a diario. Poco a poco, el amargor se va suavizando.
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Con sosa (método tradicional en muchas zonas): se añade una pequeña cantidad de hidróxido de sodio alimentario al agua. En concreto, se usan unos 20 o 25 gramos de sosa por cada kilo de aceitunas. El proceso es más rápido, con el remojo que dura entre 8 y 12 horas pero requiere precisión y cuidado: hay que probar las aceitunas cada media hora después de las primeras 8 horas.
Tras este paso, las aceitunas vuelven a enjuagarse varias veces.
4. La salmuera
Se prepara una solución de agua y sal (unos 60-70 gramos de sal por litro). Las aceitunas se sumergen por completo.
5. El aliño
Aquí empieza la parte más personal: ajo, tomillo, romero, hinojo, laurel, piel de naranja o limón, guindillas… Cada casa tiene su combinación y herencia familiar.
6. La espera
Durante al menos un mes, las aceitunas reposan. A partir de ahí pueden consumirse, aunque mejoran con el tiempo.

Un sabor que habla de territorio
No saben igual unas aceitunas aliñadas en un pueblo de Jaén que en un patio de Córdoba o en una cocina de Granada. Cambia la variedad del olivo, el clima, el agua, las hierbas disponibles. Pero también cambia la mano. El resultado nunca es estándar, y por eso mismo es valioso. En un momento en que buscamos productos con identidad, curar aceitunas en casa es una manera directa de conectar con el origen, sin intermediarios.
Si bien es cierto que, durante años, curar aceitunas se asoció a algo “de antes”, vinculado a un pasado duro y poco atractivo, hoy vuelve desde otro lugar: el del consumo consciente, el “hazlo tú mismo”, la recuperación de saberes. No como nostalgia vacía, sino como respuesta a una alimentación cada vez más industrializada.
Además, el acto de curar implica compartir. Se regalan frascos, se intercambian variedades, se comparan aliños. Y la aceituna casera no suele comerse sola: aparece en el aperitivo, en reuniones, en mesas donde la conversación importa tanto como el sabor.
Aceitunas, aperitivo y cultura del disfrute
En España, el aperitivo es un ritual irrenunciable y la aceituna es su piedra angular. Pocas cosas explican mejor nuestra manera de disfrutar que ese momento previo a la comida, sin prisas, con una Alhambra Especial fresca y algo sencillo para picar. No hace falta tener un patio andaluz para disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, ni para curar aceitunas: basta una cocina, un recipiente grande y un poco de atención.
El secreto definitivo, no obstante, es aceptar que algunas cosas no pueden acelerarse. Una aceituna curada en casa no compite con la industrial: juega en otra liga. Es más irregular, más intensa, a veces imprevisible. Como las cosas hechas con tiempo y cariño. En un mundo dominado por la inmediatez, curar aceitunas es una pequeña forma de resistencia tranquila. Un recordatorio de que el sabor no nace de la prisa, sino del cuidado.
Imágenes I Unsplash
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