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No sin mi chándal. Sin tracksuit no hay música No sin mi chándal. Sin tracksuit no hay música

Música

No sin mi chándal. Sin tracksuit no hay música

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Chándal en España, tracksuit en EEUU y ‘trackie’ en UK. ¿Cómo es posible que una prenda creada en 1920 haya escalado al top de la modernidad, se haya instalado en las colecciones de las grandes casas de moda y sea un must de la música urbana e incluso atuendo recurrente de grandes estrellas del pop?

Por Cervezas Alhambra

Drake, Pharrell Williams, Jay Z, Rihanna, Ariana Grande, Louis Tomlinson, Bruno Mars, Hailee Steinfeld… Si pensamos en cualquiera de ellos y repasamos sus vídeos, los veremos enfundados en sus respectivos chándals. Los reyes y reinas del reggaetón, como Bad Bunny, Becky G, Karol G, J Balvin o Maluma, lo visten continuamente. En España, a cualquiera se le haría difícil pensar en los representantes de la emergente escena urbana, como Rosalía, Quevedo, Morad, Saiko o Soto Asa sin un chándal. Y en UK, el rapero y productor británico Skepta, uno de los máximos exponentes del grime, estilo que vincula estrechamente la cultura del hip hop británico a las prendas deportivas, creó escuela flexeando con su chándal en su mítico vídeo del tema ‘Shutdown’. Pero, insistimos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí desde aquel lejano 1980 en el que el icónico trío de hip hop Run DMC dejó al mundo con la boca abierta vistiendo chándals negros con rayas blancas mientras cantaban aquello de ‘My Adidas’

Vayamos por partes. La invención del chándal tuvo lugar hace bastante más de lo que piensas, nada menos que en 1920, y fue obra del escultor, pintor, fotógrafo, dibujante, arquitecto, inventor, orfebre y referente del futurismo Ernesto Michahelles, popularmente conocido como Thayaht. Junto a su hermano RAM, ideó un “vestido esencial para hombre” denominado Tuta. De ahí procede el diseño, ya que el nombre llegó por otro lado, concretamente de los marchand d’ail o vendedores de ajos del mercado de Les Halles de París, quienes vestían unos característicos jerséis gruesos de canalé que les tejían sus mujeres. De marchand d’ail a chándal… Sólo había que dar el paso. Y cuando los dos conceptos se unieron, surgió la magia.

La gran virtud del chándal primigenio fue la de saber mantenerse vivo en el imaginario popular. A lo largo de los 70 su uso se reducía de forma exclusiva al ámbito de la práctica deportiva, pero en los 80 asistimos a un giro brusco de guion cuando la prenda y la música, o mejor dicho, el recién nacido mundo del hip hop, coincidieron en el espacio-tiempo. El tejido sintético dotaba al chándal de un brillo atractivo y ofrecía al usuario una inusual libertad de movimientos que le permitía practicar breakdance, facilitando los giros sobre el suelo. Además, llevarlo en el día a día suponía ir a contracorriente, casi un acto de rebeldía. Chulo, brillante, cómodo, resbaladizo y contracultural: irresistible para los jóvenes ochenteros. Cuando Adidas redactó el primer contrato de la historia entre un grupo musical y una marca deportiva -por valor de 1,5 millones de dólares- y ofreció a Run DMC ser imagen mundial de sus productos al mismo nivel que los atletas y deportistas de su escudería, las reglas del juego cambiaron para siempre.

La jugada comercial convirtió oficialmente la ropa deportiva en streetwear y elevó el chándal de dos piezas a la categoría de rey del outfit rapero, además de sentar las bases para que futuros artistas, como Beastie Boys o LL Cool J, establecieran sus propias colaboraciones con marcas. Y luego llegaron los 90. ¿Recuerdas a las figuras del britpop que triunfaban en aquellos años? Oasis, Blur… Y sus inseparables chaquetas de chándal. Y es que en UK el pop y el fútbol han caminado siempre de la mano. Al otro lado del charco, en plena fiebre nu metal EEUU, Jonathan Davis, líder de Korn, nos dejaba a todos sin palabras con su colección de chándals, a cuál menos discreto. Por aquellos mismos años podíamos ver a Fred Durst, frontman de Limp Bizkit, otro de los referentes del género, saltando al escenario con modelos de Adidas bastante más moderados y, por supuesto, su mítica gorra hacia atrás. O a Gwen Stefani, cantante del grupo de rock alternativo y ska punk No Doubt, con su extensísima colección de tracksuits, tanto dentro como fuera de los conciertos. Si pasamos de década nos llega otra imagen mítica que forma ya parte de la cultura pop mundial: ‘Kill Bill: Volumen 1’ (2003), Uma Thurman, su katana, ‘Bang, Bang’ de Nancy Sinatra sonando de fondo y su increíble chándal amarillo llenando de clase la pantalla.

Con el concepto clásico de tribu urbana disolviéndose poco a poco, el chándal ha extendido su influencia a muchas categorías musicales. Firmas como Dior, Versace, Moschino, Vetements, Louis Vuitton o Gucci, entre otras, lo han abrazado y exaltado como artículo de lujo y de culto, empleando para ello a artistas musicales como imagen de marca. En España, la fusión flamenca de Rosalía, el dancehall dosmilero de Bad Gyal, el pop urbano de Lola Índigo o el trap de Albany se comunican visualmente a través de una combinación de chándal, zapatillas y oros, y, en consecuencia, las redes sociales se han impregnado del estilo de las nuevas divas de la generación Z. El público demanda artistas cercanos y reales para identificarse con ellos y con su mensaje. Y la imagen, lo primero que nos entra por los ojos, es parte fundamental de esa autenticidad.

“Chándal Nike, que antes era Kipsta, y ahora bregamos con las mamis de revista”, El Bobe y alPeDue, ‘Ella’ (2021), más de 77 millones de reproducciones. “Salgo sencillo, chándal amarillo, estilo castizo fumando un pitillo”, Israel B, C Tangana y Lowlight, ‘Tranquilísimo’ (2021), más de 42,7 millones de reproducciones. “Igual de cantaora con un chándal de Versace que vestida de bailaora”, Rosalía, ‘Bulerías’ (2022), más de 28 millones de reproducciones. “Discoteca siempre en chándal como banda organizada”, Morad, ‘Chándal’ (2022), más de 11 millones de reproducciones. “Voy en chándal y rapeando les hago un traje”, Natos y Waor ft El Jincho, Brawler y Nerso, ‘Chatarra’ (2021), más de 10,2 millones de reproducciones. Las cifras no mienten. El chándal y la cultura urbana forman un tándem indisoluble que ha llegado para quedarse.


IMÁGENES | UNSPLASH

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