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Qué es la fermentación: tipos, beneficios y cómo hacerla en casa Qué es la fermentación: tipos, beneficios y cómo hacerla en casa

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Qué es la fermentación: tipos, beneficios y cómo hacerla en casa

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Aunque parezca que está más de moda que nunca, la fermentación es un proceso que ha acompañado al ser humano desde sus orígenes. Aplicando una pizca de conocimiento y un mucho de paciencia se pueden conseguir en casa sabores complejos y sorprendentes a través de la fermentación casera. Antes de animarse a practicarla, algunas ideas básicas y las técnicas más comunes para lograr alimentos fermentados.

Por Pablo Vinuesa

En los últimos años han ganado popularidad sabores procedentes de culturas diversas, del miso a la kombucha o del chucrut al kimchi, pero la fermentación es mucho más. De los vinagres al pan, del queso al vino y, por supuesto, también a la cerveza, el arte milenario de dejar que los microorganismos trabajen, dándoles su tiempo, ha provocado incontables placeres para nuestro paladar.


¿Qué es el proceso de fermentación?


Si nos atenemos a la más estricta teoría, la fermentación consiste en un proceso bioquímico por el cual una sustancia orgánica se transforma en otra distinta, generalmente en una más simple, por acción de lo que conocemos como proceso fermentativo. Los ‘culpables’ son los microorganismos que lo aprovechan para obtener energía de ciertos compuestos, como los azúcares, que se transforman en otros más simples como alcoholes, ácidos o dióxido de carbono.

Según los hongos o procariotas que trabajen sobre glúcidos o hidratos pueden darse distintos tipos de fermentación natural. Las más conocidas son la alcohólica, que no necesita de ninguna introducción, y la láctica, que nos sonará también por jerga del gimnasio gracias a su acción sobre los tejidos musculares. Según las prácticas más habituales, podemos contar hasta siete tipos de fermentación.


Tipos de fermentación: láctica, alcohólica, acética y más


En el universo de las elaboraciones, destacan tres tipos de fermentación por su papel en la creación de sabores, texturas y experiencias: la láctica, la alcohólica y la acética.

  • La fermentación láctica es la responsable de la transformación de la leche en yogur, del repollo en chucrut o del pepino en encurtido. Aquí, las bacterias convierten los azúcares en ácido láctico, otorgando una acidez característica y una textura que invita a seguir explorando.
  • La alcohólica, por su parte, es la magia que permite que el mosto se convierta en cerveza o el zumo en vino. Gracias a las levaduras, los azúcares se transforman en alcohol y dióxido de carbono, dando lugar a burbujas, cuerpo y matices que cuentan historias.
  • La fermentación acética, en cambio, es el paso siguiente: cuando el alcohol se convierte en vinagre. Aquí entra en escena el oxígeno y las bacterias acéticas, creando un producto ácido, complejo y vivo.

Cada tipo de fermentación es un mundo en sí mismo, una muestra de cómo el tiempo y los microorganismos pueden ser también artesanos. Es más, aunque no son tan populares, también podemos añadir a este listado de tipos de fermentaciones otras como la maloláctica, la propiónica, la butírica y la amoniacal.

Una (brevísima) historia de la fermentación


Estos procesos se han ido perfeccionando acompañando al ser humano desde siempre, por lo que trazar su origen resulta aventurado. Puede que comenzara por pura casualidad, al observar el efecto del tiempo sobre una fruta madura caída al suelo. Lo más probable es que se empezara a estudiar en serio en el momento en el que comenzamos a ser animales sedentarios y descubrimos las bondades de la agricultura.

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De estas casualidades surgió el conocimiento. Los humanos empezaron a controlar los procesos, dándose cuenta de que la fermentación les permitía alargar la vida de los alimentos, haciéndolos de paso más seguros y nutritivos. Hay documentos que certifican estas prácticas en China, hace más de siete mil años, en Egipto, hace ya más de tres mil, o en México, hace dos mil. En muchos casos, además, estos alimentos estaban ligados a la religión o la medicina.


Beneficios y aplicaciones de la fermentación


Alargar la vida de los alimentos toda vez pasada su temporada natural permitió múltiples avances a la sociedad. Se empezaron a fermentar materias primas como frutas, vegetales o cereales, pero también proteínas, como las de la carne y el pescado. 

Hay otra ventaja evidente: la fermentación, al tratarse en la práctica de una digestión previa del alimento, lo hace más liviano para nuestro organismo. Yendo más lejos que métodos como la cocción, al ingerir los productos del fermento restauramos nuestra flora intestinal y ayudamos a conservarla, impidiendo el crecimiento de posibles microorganismos patógenos. Además, favorece la absorción de nutrientes y aumenta la presencia de vitaminas.


Ejemplos de alimentos fermentados que puedes hacer en casa


Fermentar en casa es una forma de reconectar con los procesos naturales y dar vida a alimentos llenos de sabor y propiedades. A continuación, te dejamos algunos ejemplos de fermentos caseros que puedes preparar en tu cocina, con paciencia, mimo y un toque de curiosidad:

Pan de masa madre

Un clásico que nace de la fermentación natural de la harina y el agua. La masa madre aporta acidez, aroma y una miga única.

Yogur casero

Para este fermento casero solo necesitas leche y un poco de yogur natural como iniciador. El resultado es un producto cremoso, lleno de probióticos y sin aditivos.

Chucrut

Repollo fermentado en su propio jugo con sal. Un básico de la cocina centroeuropea que puedes personalizar con especias.

Kombucha

Té fermentado con una colonia de bacterias y levaduras (SCOBY). Refrescante, ligeramente ácido y efervescente.

Kimchi

Originario de Corea, combina col china, rábano, ajo, guindilla y más ingredientes. Su sabor intenso y ligeramente picante lo hace irresistible.

Kefir de agua o leche

Se trata de una bebida probiótica que se elabora con nódulos de kéfir. Cada una ofrece beneficios distintos y un perfil de sabor único, ideal para iniciarse en el mundo de los fermentos en casa.


Algunos consejos para empezar a fermentar en casa


Si queremos aprender cómo fermentar en casa y buscamos consejo, lo mejor es, sin duda, recurrir a las voces expertas. Hay una vasta e interesante bibliografía a nuestra disposición, empezando por un libro tan reverenciado como ‘La guía de fermentación de Noma’, firmado por René Redzepi y David Zilber, responsables del restaurante nórdico reconocido en múltiples ocasiones como el mejor del mundo. También es recomendable ‘Cosy Koji’, una introducción a las maravillas del koji, hongo popular en recetas japonesas, escrito por Marika Groen.

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Internet es también otro lugar en el que aprender técnicas de fermentación, paso a paso, mientras vamos conociendo la historia que se esconde tras estos procesos milenarios. Por ejemplo, gracias a canales tan populares como el de Maangchi, especialista en recetas coreanas y verdadera referente en kimchi tradicional. Y aunque haya aparcado temporalmente su proyecto, la cuenta en Instagram de Ma! Condimentos vivos de Asia continúa siendo lugar habitual de peregrinaje para interesados en fermentos como el miso o el gochujang. Estas voces sabias deslizan consejos como que prácticamente vale todo.

Lo más fácil para preparar nuestros primeros fermentos caseros sería empezar por verduras o frutas de temporada. Las sumergimos en una mezcla de agua y sal (en proporción de entre un 2 y un 4%) dentro de un bote de cristal. Prensamos bien, cubrimos con una tela sujetada por una cuerda y dejamos reposar un par de días a temperatura ambiente. Veremos burbujas, pero no hay que alarmarse, pues es parte del proceso de fermentación: a partir de una semana, aproximadamente, estará lista para pasar al frigorífico bien cerrada con su tapa original. El tiempo al frío dependerá del ingrediente, pero aparte de la bibliografía tendremos a la intuición siempre como buena aliada. A partir de ahí, podremos usar todos los alimentos fermentados que queramos como aperitivo y para múltiples platos, complementando ensaladas o bocadillos.

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