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Música

Conoce Punta Paloma, la magia del estudio de grabación que mira al Estrecho

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Por Cervezas Alhambra

Cuando pensamos en un estudio de grabación, la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de una sala repleta de micrófonos, paneles acústicos y máquinas incomprensibles donde, una vez cada cierto tiempo, surge la magia. Pero no todos los estudios son iguales: la magia, como la suerte, hay que buscarla. Por eso, cuando al embrujo cautivador del entorno de un estudio se suman el amor y el mimo que sus responsables ponen en cada detalle, a menudo lo extraordinario se vuelve maravilloso.

En pleno parque natural del Estrecho a medio camino entre Zahara de los Atunes y Tarifa, surge una pequeña carretera que se adentra zigzagueando entre alcornoques, enebros y acebuches. Quien se interna por ella no tarda en asistir atónito a una transformación asombrosa del paisaje: la carretera arbolada, especialmente si el Levante ha soplado durante la noche, pronto queda reducida a unos pocos jirones de asfalto que un enjambre de máquinas se afana en rescatar cada mañana de las embestidas de la Duna de Valdevaqueros. Un par de kilómetros más adelante, superados los restos incongruentes del puesto de guardia de una antigua base militar, un grupo de casas dispersas sobre la elevación que domina la playa de la Isleta marca el final del viaje. Tras el portón de una de esas casas, sin nada en su exterior que lo traicione, se esconde Punta Paloma Estudios.

Enfrente, casi al alcance de la mano, las costas de África resplandecen al sol.

The Beatles odiaban el estudio de Abbey Road con toda su alma de Liverpool; odiaban las paredes desnudas, odiaban los neones blancos, odiaban el frío, el protocolo y el aspecto de almacén de las instalaciones. Tanto lo odiaban que su ingeniero de sonido debía idear continuamente modos de hacerles tolerables las sesiones de grabación empleando tapices, luces tenues, cojines, incienso… lo que fuera necesario con tal de hacer desaparecer el estudio de sus mentes durante unas horas y que nada existiera más allá de la música. A pesar de que aquellas sesiones produjeron algunos de los discos más importantes del siglo, el ambiente inhóspito de Abbey Road tuvo sin duda un papel incendiario en las tensiones de la banda.

Conoce Punta Paloma

Cincuenta años después —y por muchas chimeneas que hayan caído en la industria discográfica— las técnicas de grabación no han cambiado en lo esencial. Sin embargo, los ordenadores trajeron consigo una nueva clase de estudio que hubiese hecho morir de añoranza por su viejo Abbey Road al cuarteto británico. Afortunadamente, al mismo tiempo llegaron otros estudios nacidos con la única prioridad de conjurar el ambiente perfecto para estimular la creatividad de los músicos. Los legendarios AIR Studios de Sir George Martin en la isla de Montserrat, devorados por una erupción volcánica en 1995, son los pioneros, pero no tardaron en aparecer otros como los Allaire Studios al norte de Nueva York o los Ocean Sound en Giske (Noruega) para extender el concepto de un extremo a otro del planeta, de Nueva Zelanda a la Tierra del Fuego.

Y de la Tierra de Fuego, al sur de Cádiz. En Punta Paloma Estudios son practicantes convencidos de ese mismo credo: la grabación de un disco es un proceso sumamente complejo que requiere cariño, calma y la atmósfera adecuada para hacer de sus canciones algo intemporal. El cariño que Nini Carrasco y **José María Sagrista (**guitarrista que estuvo vinculado al principio de su carrera con la mítica banda Triana) pusieron al colocar cada piedra y que envuelve a los artistas en cuanto cruzan el umbral del estudio, desde los soberbios platos de la cocina de Nini hasta el trabajo de José María como ingeniero de sonido. La calma de levantar la mirada en la sala de grabación y dejarse mecer por la visión del Atlántico lamiendo las costas de Marruecos o de limpiar los oídos con un paseo al atardecer por el pequeño bosque que separa el jardín de la playa virgen unos pocos metros más abajo. Y, sobre todo, la atmósfera idílica de un lugar concebido para y por la música, donde nada interfiere con el proceso creativo.

La lista de músicos que han pasado por sus dos pequeñas salas de grabación a la caza de ese no sé qué tan elusivo, abarca prácticamente todo los estilos: en ellas se han gestado álbumes de Estrella Morente, Kiko Veneno, Rosario o Antonio Orozco, pero también de Reincidentes, Mártires del Compás, Sr. Chinarro e incluso del reputado cantautor norteamericano Jonathan Richman. En todos es palpable el influjo del estudio y su método de trabajo: de acuerdo con la premisa “la música es lo primero”, las instalaciones están disponibles 24 horas al día con el fin de que los artistas puedan grabar el estribillo de su próximo single o añadir una última guitarra en el preciso instante en que surge la inspiración. Siempre hay deliciosos platos esperando en la mesa al terminar una sesión, siempre hay sábanas limpias en los bungalows donde se alojan los músicos, siempre hay un micrófono listo cuando hace falta. No deja de ser significativo que el álbum que Kiko Veneno grabó allí lleve por título “Punta Paloma” o que los mitad neoyorquinos mitad californianos Incarnations tomarán su nombre del de Nini, es decir: Encarnación.

Quién sabe, quizá si The Beatles hubieran conocido el estudio de Punta Paloma hoy la historia sería distinta y sus años juntos no habrían terminado con un disco titulado, grandeza de la ironía, precisamente Abbey Road.

Imágenes

C. Lee