Por Laura Elena Vivas
Hay lugares donde el tiempo parece detenerse, donde existe un lenguaje al que no solemos estar acostumbrados. El que dictan las manos, el que se entiende tocando y sintiendo. Hay cosas —y cervezas— que no se pueden explicar, hay que sentirlas.
Buscamos sensaciones, experiencias, vivencias en primera persona que nos queden impresas en la memoria a través de las yemas de nuestros dedos. Esto es precisamente lo que ocurre en estos rincones mágicos que hemos visitado y que están esperando que tú seas el próximo en descubrirlos.
La calle Meléndez Valdés de Madrid es el hogar de la Fábrica de Texturas, un pequeño taller casi inesperado. Hay que entrar y caminar desde la vía por un terreno desocupado que lo antecede para descubrirlo —y seguir así esa curiosidad que te pica en cuanto entra en tu campo visual—.
Es un lugar rodeado del bullicio de la ciudad que ha sabido protegerse para conservar su trozo de atmósfera. De quietud, de pausa para parar más, sentir más. Allí aguardan hacendosas manos que emplean máquinas e instrumentos y transforman.
La Fábrica de Texturas surgió de una idea
La Fábrica de Texturas surgió de una idea, la de enseñar a trabajar con las manos para crear; regresar a aquello para lo que nacimos porque el tacto forma parte de nuestra esencia y el reloj hace que, a veces, no nos demos cuenta de todo lo que podemos llegar a experimentar a través suyo.
Aquí investigan primero y divulgan después a través de los talleres que realizan: serigrafía, encuadernación, marmolado, transferencia de imágenes, cianotipia y más. También lo hacen con sus maravillosas cajas artesanas, plagadas de ideas para que seas tú quien dé rienda suelta a práctica e imaginación.
Gabriela, Xavier, Marta y Ana —el alma de la Fábrica de Texturas— enseñan, en resumen, el concepto de disfrute de esas manos que crean, la esencia de hacer las cosas bien hechas, de volver al origen y recuperar esas manualidades que producen tan buenos resultados en los objetos y el alma, porque el tiempo se para mientras transcurre el momento de hacer. Desaparecen las preocupaciones. Nos quedamos solo con el ahora.
Es uno de esos pocos reductos que quedan donde acercarse a una creación en la que nosotros somos los protagonistas. Con ese objetivo nació el proyecto hace siete años, y con la creencia del valor del trabajo artesano. Es la razón por la que colaboran con proveedores que les aportan materiales artesanos también, y el motivo que los ha llevado a trabajar con marcas que también creen en vivir sin prisas, como Cervezas Alhambra.
Y es que hay rincones y rincones en Madrid
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