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La luminosa historia de las lámparas turcas, las luces con más encanto que recuerdan a Granada

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Descubre estas piezas de artesanía únicas que nos alumbran desde hace mucho, mucho tiempo…

Por Teresa Morales

“Lámparas de cristal y espejos verdes…”, así empieza un poema de Federico García Lorca, aunque bien podría ser una reseña de un turista callejeando por el casco antiguo de Granada y visitando alguna de las tiendas de la calle de las teterías. 

En su interior, un cielo de lámparas de cristales de colores llama la atención de todo el que pasa. Son las lámparas turcas, uno de los reclamos del Gran Bazar de Estambul, que han conquistado al mundo con su belleza.

Una belleza que nos habla de su origen, del producto hecho a mano, de las horas dedicadas a crear, cristal a cristal, una lámpara que será diferente a todas las demás. 

Porque todo lo que vale la pena necesita su tiempo. 

Eso lo saben bien los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra, que han hecho del tiempo el ingrediente principal de sus elaboraciones. Solo así se consigue transformar lo ordinario en singular, como cuando encendemos una lámpara turca y todo lo que vemos alrededor, de repente, cambia. 

Una historia milenaria, una mezcla de culturas


lamparas turcas

El mosaico de las lámparas turcas parece representar su historia. Una suma de diferentes aportaciones al arte del vidrio que se remonta a finales del siglo VIII cuando los fabricantes de vidrio en el mediterráneo oriental incorporaron a sus métodos las tradiciones romanas y las técnicas estilísticas del segundo imperio persa.

Durante los siglos X y XI, época bizantina en Estambul (entonces Constantinopla), se desarrollaron unas técnicas específicas de prensado y fundición con las que obtenían pequeñas piezas de cristales de colores. Con ellas creaban delicados mosaicos que adornaban las ventanas de las iglesias y posteriormente los candiles de cristal

Tras la conquista otomana en el siglo XV la fabricación del vidrio en Turquía avanzó significativamente y esta artesanía pasó a aplicarse a multitud de objetos más cotidianos como floreros, espejos, joyas, botellas de perfumes… y por supuesto lámparas, las precursoras de las que encontramos hoy en día. 

A finales del siglo XVIII artesanos de Italia y Francia se trasladaron hasta Estambul para aprender y aportar sus conocimientos, y la mezcla, una vez más, sirvió para generar nuevas formas y recetas, que acabaron por dar a la artesanía en vidrio de Turquía su fama internacional. 

No hay dos lámparas turcas iguales


lamparas turcas granada

Aunque tengan los mismos tonos y dibujen las mismas formas, dos lámparas turcas nunca podrán ser del todo iguales. Esa es la identidad que aporta la artesanía, el valor que dan las manos que crean a cada una de sus obras. 

En el proceso, primero se preparan unas hojas grandes de cristal con diferentes colores que se dividen en secciones más pequeñas, y después se les da forma teniendo en cuenta el diseño de mosaico al que se quiere llegar. 

La parte metálica suele ser de latón, y para la base del globo se utiliza un cristal transparente y fino, sobre el que se insertan las partes de cristal tallado con un adhesivo. Para terminar, en ocasiones se aplica una pasta tipo escayola que llena el espacio entre todos los trocitos de cristal. 

Y así una y otra vez, para producir lámparas singulares e irrepetibles, como la luz que atraviesa el cristal de una Alhambra Reserva 1925, que cambia con los matices de cada experiencia. 

Cuando una lámpara turca ilumina una estancia, la inunda de color y calidez. Incorporar a nuestra casa una pieza artesanal como esta, con personalidad e historia, es más que decorar, es llenarla de vida. Esa vida que genera recuerdos, porque se disfruta con los cinco sentidos. 

Del Gran Bazar de Estambul a la calle de las teterías de Granada


lamparas turcas granada

Si has recorrido alguna vez la calle Calderería Nueva de Granada seguro que las estás visualizando. Las lámparas turcas forman parte del paisaje, como los bolsos de cuero y los imanes de recuerdo, adornando el techo y las paredes del interior de las tiendas. 

Con sus teterías, que le dan su segundo nombre, y sus productos de artesanía, esta calle conserva la magia de los antiguos mercados árabes y nos conecta con nuestro pasado andalusí. Al igual que el bazar de La Alcaicería, situado junto a la Catedral, que fue en el siglo XIV un auténtico zoco donde se vendía seda. 

Por eso, aunque las lámparas turcas pueden adquirirse online o en otras muchas ciudades, su imagen está unida a Granada desde siempre y para siempre. 

Una presencia ligada a la ciudad con ese hilo sutil e indestructible que teje la memoria de todos los que han paseado por ella y, como no podía ser de otra manera, se han enamorado de cada uno de sus detalles. 

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