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'Música leggera', baladistas y pistas de baile: el sonido italiano del siglo XX 'Música leggera', baladistas y pistas de baile: el sonido italiano del siglo XX

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'Música leggera', baladistas y pistas de baile: el sonido italiano del siglo XX

Por René González

El adiós del maestro Franco Batiatto nos ha hecho volver la vista atrás para recordar la extensa riqueza musical de Italia. Cuna del arte, el belpaese ha llenado siempre nuestros oídos de dulces melodías y composiciones sorprendentes. Sólo los sonidos tradicionales, como la tarantela o la romanza, su periodo clásico y las inolvidables figuras del bel canto, darían para varias entregas de nuestro blog, pero en esta ocasión nos centraremos en la segunda mitad del siglo XX, periodo en el que el país transalpino se convirtió en una auténtica factoría de éxitos internacionales. En los 60, los representantes de la ‘musica leggera’, colmaron los guateques de canciones inolvidables. La tendencia se mantuvo en los 70 con los cantantes románticos, que arrasaron con sus baladas al tiempo que otras figuras, como Franco Batiatto, exploraban la experimentación más arty. En los 80, los sintetizadores y la música de baile dieron vida a un nuevo movimiento, el italo disco, pero, posteriormente, este empuje italiano perdió intensidad. Salvo por la explosión de artistas puntuales que han traspasado fronteras, como Laura Pausini, Eros Ramazzoti o Nek, la música italiana aguarda al momento propicio para reverdecer laureles.

Nos encontramos en los años 50. En Estados Unidos triunfan Bing Crosby y Frank Sinatra y, en Italia, cantantes como Alberto Rabagliati replican la fórmula de los crooners. En realidad, hablamos de un viaje musical de ida y vuelta, ya que las raíces del crooning bebían, entre otras fuentes, de la tradición lírica italiana llegada a EEUU por medio de la inmigración. La entrada de nuevas tecnologías, como la televisión, los discos de vinilo o los reproductores de cassette, dio como resultado un fuerte desarrollo de la música popular con estilo, donde se mantenía una fuerte base melódica napolitana sazonada con influencias extranjeras. Los detonantes que permitieron la creación de una escena propia fueron el prestigioso Festival de San Remo, instaurado en 1951, y el programa ‘Canzonissima’ de la RAI, en el que los participantes, cantantes, competían en busca de gloria, dinero y fama.

Uno de los primeros artistas que despuntaron en aquel despertar musical fue Domenico Modugno. Ganó cuatro veces consecutivas el Festival de San Remo y su ‘Volare’ dio la vuelta al mundo en 1958. Aquel hit logró el primer puesto en las listas de éxitos de EEUU, permaneció en los charts durante 13 semanas y vendió cerca de 23 millones de copias en todo el mundo. Otra de las grandes figuras que contribuyó a apuntalar la fortaleza de la música italiana fuera de sus fronteras fue Adriano Celentano. Actor, cantante, showman y director de cine, triunfó sobre todo con ‘Azzurro’, una pieza firmada por Paolo Conte, de estructura pop y estribillo con reminiscencias de marcha militar. Entre las voces femeninas destacó fundamentalmente Mina, quien se labró un nombre haciendo versiones de rock and roll durante los 50 y cuya fama creció como la espuma cuando se reveló como una mujer fuerte e independiente. ‘Tintarella di Luna’, su primer álbum, puso patas arriba el panorama musical y todos sus discos de los 60 fueron superventas.

En estos mismos años no podemos olvidar a artistas como Gino Paoli con ‘Sapore di Sale’ -con arreglos de Ennio Morricone- o ‘Senza Fine’, Rita Pavone y la exaltación de lo que en España se llamó estilo ye-ye con ‘Il Ballo Dil Mattone’, el inolvidable ‘Tu Vuo’ Fa L’Anericano’ de Renato Carosone -junto al letrista Nicola Salerno- o el insuperable ‘Il Mondo’, de Jimmy Fontana, nombre artístico de Enrico Sbricolli.

La música reina en todos los rincones de la capital

Llegaron los 70 y los sentimientos subieron de nivel. La balada, el género tradicional del centro-norte italiano derivado de la música popular, impuso su ley a lo largo de la década de la mano de cantantes como Nicola di Bari, quien saltó al estrellato casi de casualidad. En 1970, Gianni Morandi iba a cantar una de sus canciones, ‘La Prima Cosa Bella’ en el Festival de San Remo, pero renunció y tuvo que ser él quien defendiera el tema, acompañado del grupo Ricchi e Poveri. Quedó en segundo puesto, pero las discográficas se fijaron en él, le apoyaron y al año siguiente se hizo con el galardón interpretando ‘Il Cuore E’uno Zingaro’. Volvió a ganar el festival en 1972 con el tema ‘Il Giorni dell’Arcobaleno’.

Otro de los grandes baladistas que arrasaron fue Umberto Tozzi. Comenzó muy joven y formó parte de diversas formaciones, entre ellas la de su hermano Franco Tozzi, pero el éxito le llegó en solitario. Sus grandes estandartes fueron ‘Ti Amo’ y ‘Gloria’, inspirada en su pareja Serafina Scialò. El tema fue versionado en inglés por Laura Branigan y obtuvo una enorme repercusión internacional. Sandro Giacobbe también logró un importante número uno con su ‘Il Giardino Proibito’, un tema que se hizo enormemente popular en España con su versión traducida gracias al verso “lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo”. Por aquella misma época, Al Bano y Romina Power también inundaron el mercado con sus canciones románticas y su imagen de pareja perfecta, un idilio que acabó resquebrajándose a mediados de los noventa.

Pero a la balada romántica aún le quedaba un as en la manga a principios de los 80: reconvertirse en balada rítmica. Lo hizo gracias a artistas como Gianni Bella y su ‘Questo Amore non si tocca’, Ricchi e Poveri y ‘Sará perché ti amo’ o Rossana Fratello y ‘Se t’amo t’amo’. Sin embargo, el tiempo corría a favor de una nueva corriente de sintetizadores y cajas de ritmos que asomaba por el horizonte.

De forma paralela, más apartado de los focos aunque con gran relevancia artística, el trabajo de Franco Batiatto evolucionaba inexorable. Cantautor, músico y director de cine, comenzó interpretando temas pop en los 60 con el sello Phillips, pero en los 70 se despertó su vena experimental tras conocer al músico Juri Camisasca. Indagó en el rock progresivo y en la electrónica, pero el éxito no le sonreiría hasta los 80, cuando publicó el álbum ‘La Voce Del Padrone’. Comenzó a cantar en otros idiomas, como el inglés o el árabe, y sus temas cobraron una dimensión cada vez más filosófica. A partir de 1987, produjo óperas clásicas y continuó lanzando discos de música culta de manera regular hasta 2019, cuando sacó al mercado ‘Torneremo Ancora’, su última obra.

El desembarco del Italo Disco fue fulgurante. En 1983, se publicó el álbum ‘Italo Boot Mix’, un megamix de temas disco con grupos italianos y alemanes. Este hecho es considerado el nacimiento del género, una de las primeras expresiones de música de baile completamente electrónica de la historia. Creado a partir de la evolución de tendencias como el Eurodisco, el Space Disco y el Hi-NRG, pronto dominó las pistas de baile del planeta. Canciones como ‘Dolce Vita’, de Ryan Paris, supusieron un soplo de aire fresco para el público, que se lanzó a escuchar temas brillantes y coloridos como ‘I Like Chopin’ de Gazebo, ‘Around My Dream’ de Silver Pozzoli, ‘Vamos a la Playa’ de Righeira, ‘Lady Fantasy’ de Max-Him o ‘Tonight’ de Ken Lazslo.

Uno de los grandes nombres propios de esta escena fue el de Giorgio Moroder. El productor, cantante, compositor y DJ italiano fue un innovador de la música de baile que incorporó cajas de ritmos, clavinet y sintetizadores a sus creaciones. En 1979 lanzó el álbum ‘E=MC2’, el primero de la historia en grabarse digitalmente utilizando samplers, secuenciadores, teclados modulares y vocoder. Como productor, trabajó junto a iconos como Debbie Harry, Sigue Sigue Sputnik, Nina Hagen o David Bowie. Además, ganó tres premios Oscar como compositor de los temas centrales de películas como ‘El Expreso de Medianoche’, ‘Flashdance’ y ‘Top Gun’. Todos le recordaremos siempre por haber trabajado con Donna Summer dando vida a dos himnos como ‘I Feel Love’ y ‘Love to Love You Baby’.

A partir de 1987, el Italo Disco perdió empuje y los productores adaptaron el género al gusto del público japones, creando el Eurobeat, una versión más acelerada de su predecesor italiano. También surgió una nueva variante que seguiría haciendo bailar al mundo y abriría nuevos caminos para la música dance: el Italo House. Recientemente, en plena nostalgia del Italo Disco, se vivió un momento revival que dio en denominarse Nu-Italo. Porque la música de baile, como el rock, nunca muere.

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