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El momento de revivir la era de los discos El momento de revivir la era de los discos

Música

El momento de revivir la era de los discos

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Hubo una época en la que acceder a la música constituía una maravillosa y excitante liturgia.

Por

Ir a la tienda de discos, bucear meticulosamente entre las referencias, volver a casa con el preciado objeto de deseo e iniciar la segunda parte del rito: retirar el plástico con delicadeza e iniciar la reproducción mientras exploramos con minuciosidad la carátula, las letras y las fotografías seleccionadas por los artistas para recrear una experiencia completa.

Escuchábamos las canciones sin prisa, en el orden que las bandas habían establecido para que su mensaje calase hasta los huesos. 

Y nos dejábamos llevar. Luego llegaron la urgencia, los estímulos múltiples y la proliferación de canales en competencia por captar nuestra atención. Nos vimos sobrepasados por las descargas frenéticas de discografías completas que quedaban almacenadas en carpetas y por las adquisiciones digitales de temas que aún aguardan ese momento libre para ser escuchadas por segunda vez.

Jamás imaginamos que los acontecimientos nos invitarían a pasar más tiempo en casa y que el destino nos acabaría regalando las horas necesarias para deleitarnos con el olvidado arte de la escucha de álbumes completos. Desde nuestros hogares, disponemos de una capacidad casi ilimitada para acceder digitalmente a cualquier referencia discográfica que deseemos. La biblioteca musical de Alejandría al alcance de nuestra mano.

Cualquier estilo, época o intérprete. Ha llegado el momento de desempolvar el culto ancestral y seleccionar un disco con el que reiniciar el camino. Aparcar las llamadas, los mensajes, las redes y dedicar un instante a recordar el privilegio que sentimos cuando, por primera vez, nos impactó aquél álbum que acabaría convirtiéndose en parte de nuestra vida. Retomar el testigo de la ceremonia que iniciaron nuestros mayores reunidos en torno a la radio y que prolongamos a lo largo del siglo pasado cuando caímos rendidos ante los equipos modulares de alta fidelidad.

Los fanáticos del Hi-Fi sostendrán que no podremos resucitar la experiencia al completo a menos que rescatemos del trastero nuestros viejos aparatos analógicos. Recordarán que la alta fidelidad y su norma DIN 45500 trajeron consigo un rango efectivo de frecuencias que cubría el abanico completo de las percibidas por el oído humano (de los 20 HZ a los 20000 HZ) y una restitución del mensaje sonoro con una distorsión global prácticamente inapreciable. Los detractores de los soportes digitales establecerán un símil con la fotografía y señalarán que una imagen capturada en película tradicional puede ser ampliada sin perder un ápice de nitidez, algo casi imposible de obtener a partir de un modelo digital. Tomando este paralelismo como punto de partida, subrayarán que la interpretación en vivo de una canción parte de un proceso analógico y que necesita de un complejo proceso de conversión basado en muestreos para llegar al terreno de lo binario. La frecuencia de muestreo no cubre la totalidad de la señal continua, de manera que se van perdiendo propiedades por el camino. Otro de sus argumentos se sustentará en el concepto de jitter o fluctuación del retardo, una ligera desviación temporal en el envío de señales digitales que puede afectar a la calidad de la reproducción.


Pero en su momento hubo quien fue más allá en la búsqueda de la perfección. A principios de los noventa, la tendencia por reproducir los sonidos con la máxima fidelidad devino en el High End Audio o audio de alta definición, un salto notable dentro del aspecto técnico, abierto al ámbito digital, que habitualmente se combina con un diseño muy trabajado y una fuerte escalada en el rango de precios. Los abanderados del Hi-End, enemigos de las impurezas del sistema, defienden que el resultado es lo más cercano a una interpretación musical en vivo, si bien otros lo consideran una burbuja elitista y sostienen que no es necesario invertir sumas astronómicas de dinero para obtener reproducciones de gran calidad. De hecho, el auge de las startups ha hecho posible que, desde hace unos años, el mercado ofrezca productos con preceptos Hi-End a precios Hi-Fi.


Si centramos el foco en el apartado estrictamente digital, nos topamos con una nueva etiqueta, la del Hi-Res o audio de alta resolución. Y hay que subrayar lo de etiqueta, ya que no existe una norma que regule esta denominación. Apuntalado sobre formatos como FLAC, WAV, MQA, ALAC o DSD, el sonido Hi-Res ofrece una frecuencia de muestreo particularmente elevada para evitar la pérdida de información con respecto a la señal analógica original. Un máster obtenido en estudio sin compresión, de una enorme calidad pero también de gran peso. Para que pueda escucharse en un reproductor MP3, uno de los estándares más populares, debe comprimirse y reducir su tamaño, un proceso que decrementa la frecuencia de muestreo y se aleja de la ansiada perfección acústica. A menor compresión, mayor calidad.

A partir de este punto, si el software disponible carece de compresión, debemos prestar atención al hardware de reproducción. Al carecer de regulación, no se establecen los requisitos de rango dinámico o ancho de banda que deben cumplir auriculares, altavoces o reproductores. Muchos de estos aparatos sobrepasan el rango de frecuencias percibidas por el oído humano, llegando hasta los 40kHZ, cuestión que los adeptos a la denominación Hi-Res aseguran redunda en una menor relación señal-ruido dentro de las frecuencias audibles. También afirman que la profundidad y la riqueza de la pista de audio ganan muchos enteros con la alta resolución.


Como en el caso del Hi-End, también hay quien considera que el Hi-Res no es más que una falacia y aseguran que en escuchas a ciegas realizadas a partir de diferentes reproductores no se aprecia diferencia alguna entre el CD con formato de compresión y el Hi-Res.

En cualquier caso, ante nuestros oídos se ha abierto la oportunidad de recuperar, en el formato que sea, el viejo arte de escuchar discos completos de música. Una opción maravillosa a la que poder dedicar nuestras horas perdidas de estancia en casa.


Imágenes | Unsplash 

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